miércoles, 17 de febrero de 2010

Empezamos a hablar una noche y te mostrabas encantado por cada cosa que a mí me gustaba. Claro, vos no tenías ni la más mínima idea de que eran esas cosas locas y raras de las cuales yo, por mi partepodía pasarme horas y horas hablando. Pero vos venías con un simple -pero a la vez difícil- motivo: conquistar todos mis sentidos. Tenías la sonrisa perfecta, el consejo más sincero, la palabra precisa y la mirada más triste. Me buscabas a mí para olvidarte de ella, la persona que era responsable de esa mirada perdida, con la cual empezaste a usar esas palabras y se las pediste prestadas para poder sorprenderme a mí con algo que no era tuyo. Con una esencia que habían formado entre dos personas, esa esencia que intentas venderme a mí para convencerte de que ya no dependes de esa sonrisa que se mantuvo firme, hasta que ella te dejo.

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