jueves, 25 de febrero de 2010


Pasamos toda nuestra vida preocupándonos por el futuro, planificándolo, intentando predecir qué nos pasará con el paso del tiempo, como si calculándolo de alguna manera amortiguáramos el golpe.
Pero el futuro está siempre cambiando. El futuro es el hogar de nuestros miedos más profundos y todas nuestras esperanzas. Por más que pensemos que será de una manera, una piedra en el camino puede cambiarnos completamente el rumbo.
Dejar en manos del destino nuestra vida depende pura y exclusivamente de nosotros. De esa manera no perderíamos nuestra capacidad de asombro.

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